Entrevista con un caníbal: Jeffrey Dahmer Parte 1

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En cuanto a lo de ser testigo de la defensa, un experto, para mí, sólo tiene una opinión, y debe estar dispuesto a darla y a no modificarla, sea cual sea la parte que lo reclama. En el caso Dahmer, mi postura no era ni a favor ni en contra de la inocencia del acusado. No podía salir en defensa de sus acciones o su comportamiento, como tampoco podía excusar de ningún modo que matara a diecisiete seres humanos; sin embargo, creía firmemente que mis conocimientos podían proporcionar la base necesaria para una justa sentencia. Por esta razón accedí a colaborar con Gerard P. Boyle, el abogado defensor de Dahmer.

Si acepté, fue por la alegación que Gerry Boyle quería que Dahmer presentase. El 13 de enero de 1992 Boyle anunció a la prensa y al tribunal que Dahmer, que en un principio se había declarado «no culpable por enajenación mental», ahora se declaraba «culpable pero enajenado». La alegación «culpable pero enajenado» está prevista por la ley de Wisconsin, aunque no por la de otros muchos estados. En virtud de ella, fuera cual fuera el resultado del juicio, Dahmer pasaría el resto de sus días recluido en una institución segura. Si la defensa ganaba el caso, la institución sería un hospital psiquiátrico; si perdía, sería la cárcel. «Éste es un caso sobre el estado mental [de Dahmer]», anunció Boyle a la prensa.

Precisamente para evaluar el estado mental de Dahmer me programaron, para la semana siguiente al comunicado, una entrevista de dos días con él. Para prepararme, visité su apartamento acompañado de varios agentes de la comisaría de policía de Milwaukee y revisé las pruebas. Examiné la información disponible sobre el hombre y sus crímenes, a fin de facilitar a Boyle una evaluación de Dahmer dentro del amplio contexto de los asesinos en serie y de los patrones por los que generalmente se rigen.


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Criado en una familia de clase media de una pequeña ciudad de Ohio, Dahmer sólo tenía dieciocho años cuando mató por primera vez: fue en 1978, cerca de su casa de Bath. Transcurrieron ocho años antes de que sintiera la necesidad de matar de nuevo, pero luego la frecuencia de los crímenes se aceleró: uno en 1986, dos en 1988, uno en 1989, cuatro en 1990 y ocho en 1991. Finalmente, un joven de color llamado Tracy Edwards logró huir de él y parar a un coche de policía para que le ayudara a quitarse las esposas con las que Dahmer le había inmovilizado.

Una vez detenido, la policía halló en su apartamento restos humanos, fotografías de las víctimas y gran cantidad de macabros trofeos de los jóvenes asesinados, además de pruebas de canibalismo y tortura. La investigación demostró que la policía había tenido numerosas oportunidades para atraparle antes de su última escalada criminal. En 1988, por ejemplo, un joven laosiano pudo escapar de su apartamento. Dahmer le había llevado allí con la promesa de hacerle unas fotos a cambio de dinero, y luego había intentado drogarle hasta dejarlo inconsciente. Dahmer, con antecedentes de delitos relacionados con el alcohol, fue condenado entonces por agresión sexual en segundo grado. Estando en libertad bajo fianza en espera de la condena, cometió otro asesinato. Cuando se dictó sentencia, en lugar de recluirle en la cárcel, se le impuso una condena de un año de prisión en régimen semiabierto y la obligación de asistir a un cursillo sobre alcoholismo. Por aquel entonces, había varias denuncias de jóvenes desaparecidos en la zona en que Dahmer había recogido al joven laosiano, y también pruebas suficientes para relacionarlo directamente con tres de ellos. Las autoridades policiales, sin embargo, no ataron cabos. (Si hubieran aplicado convenientemente el sistema de análisis criminal del Programa de Detención de Criminales Violentos del FBI, tal vez hubieran visto la relación con más claridad y habrían evitado el asesinato de más jóvenes).

Hace unos años, de noche y desde la oscuridad de la calle, una voz me pidió ayuda con su cerradura. Sin detenerme ni por 3 segundos, le dije: "Perdóneme, pero ya me esperan". Me alejé rápidamente pensando: "Gracias, Ted Bundy".

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