Historia del asesinato serial, parte 2: Siniestros cuentos de hadas

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Debido a que la tasa de alfabetización entre los campesinos de la Europa premoderna era básicamente cero, existen pocos registros escritos de los primeros asesinos seriales. Sin embargo, existe evidencia de que tales monstruos caminaron entre ellos.

Esa evidencia está en forma de cuentos de hadas. Hoy en día pensamos en los cuentos de hadas como una encantadora variedad de literatura para niños, pero originalmente eran historias orales destinadas a los adultos. Y a pesar de que están llenos de magia y encanto, también son, como muchos académicos han señalado, documentos históricos que reflejan las realidades sociales de la época. El contenido extremadamente espantoso de muchos de estos cuentos deja en claro que su público estaba bastante familiarizado con el tipo de maníacos homicidas que ahora llamamos asesinos seriales.

En “La Novia del Bandolero”, por ejemplo, uno de los cuentos registrados por los hermanos Grimm, la heroína se cuela en la casa de su novio y observa con horror cómo él y algunos amigos traen a casa a una joven mujer, la embriagan con vino y luego la matan, la cortan en pedazos y devoran su cuerpo. Y en otra historia de los hermanos Grimm, “El pájaro de Fitcher”, una joven demasiado curiosa descubre que su nuevo marido es un asesino serial de hacha cuando entra en una habitación prohibida y encuentra “una gran palangana sangrienta” llena de “seres humanos, muertos y cortados en pedazos”. Cuando su esposo regresa a casa y se da cuenta de que su esposa ha descubierto la terrible verdad sobre él, no pierde tiempo en deshacerse de ella: “La tiró al suelo, la arrastró por el pelo, le cortó la cabeza y la cortó en pedazos para que la sangre corriera por el suelo. Luego la arrojó a la palangana con el resto”.


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Tal vez el cuento de hadas más famoso que refleja los temores iniciales a los asesinos seriales es “Caperucita Roja”. Muchos eruditos creen que las antiguas supersticiones sobre los hombres lobo se derivan, al menos en parte, de los casos reales de asesinos mutiladores medievales que mataron con tanta bestial ferocidad que se pensaba que eran lobos reales o licántropos. Los dos más famosos fueron Peter Stubbe (también conocido como Peter Stumpp) y Gilles Garnier.

John Douglas nos dice, en su libro “Mindhunter”, sobre el cual ya hemos hablado en anteriores ocasiones, que:

“El asesinato en serie puede, de hecho, ser un fenómeno mucho más antiguo de lo que creemos. Las historias y leyendas que se han filtrado sobre los hombres lobo y los vampiros pueden haber sido una forma de explicar ultrajes tan horribles que nadie [sic] en las ciudades pequeñas y unidas de Europa y América pudo comprender las perversidades que ahora damos por sentado. Los monstruos tenían que ser criaturas sobrenaturales.” – John Douglas, Mindhunter

Para muchos de nosotros, el hombre lobo es un personaje de viejas películas de terror, un tipo atormentado interpretado por Lon Chaney, Jr., que se vuelve peludo y atroz a la luz de la luna llena. Pero los europeos en el siglo XVI tenían ideas diferentes. Los hombres lobo constituyeron un problema preocupante de justicia penal y política pública. Cuando los funcionarios de la época descubrieron que un criminal enloquecido estaba cometiendo un ataque homicida, no sólo matando sino desgarrando a sus víctimas, no lo consideraban como alguien impulsado por retorcidos impulsos psicológicos. Lo caracterizaron como alguien que había acogido el poder de Satanás y se había convertido literalmente en un monstruo.

Hace unos años, de noche y desde la oscuridad de la calle, una voz me pidió ayuda con su cerradura. Sin detenerme ni por 3 segundos, le dije: "Perdóneme, pero ya me esperan". Me alejé rápidamente pensando: "Gracias, Ted Bundy".

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