Archibald Beattie McCafferty, “El Charles Manson Australiano” y los asesinatos “Mata a siete”

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Como asesino de cuatro, Archie “Perro Loco” McCafferty puede no haber sido uno de los peores asesinos en serie de Australia en términos puramente cuantitativos, pero sin duda era uno de los más desquiciados.

McCafferty es en realidad un ciudadano de Escocia que emigró a Australia con sus padres a la edad de diez años. Con frecuencia se le comparaba con Charles Manson, pasó su adolescencia dentro y fuera de varias instituciones. A la edad de veinticuatro años, había acumulado casi tres docenas de condenas por todo, desde allanamiento de morada y robo, hasta el asalto y robo de automóviles. Uno de los pocos crímenes por los que no había sido arrestado era el asesinato. No es que no fuera propenso a la violencia. Archie estaba obsesionado con la ferocidad. Le encantaban las películas sobredosificadas de agresión y brutalidad. Sus favoritas eran “La Naranja Mecánica” y “El Padrino”.

Aunque en esta etapa de su vida Archie no fue violento con otras personas, hasta los veinticinco años, sin embargo, su sadismo se ventilaba principalmente en pequeños animales, cachorros, gatos, gallinas a los que gustaba de estrangular por diversión.


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En 1972 se casó con una joven llamada Janice, que pronto quedó embarazada. Para ser honestos, McCafferty pareció reconocer cuán espantosamente inestable era y se internó voluntariamente en hospitales psiquiátricos en varias ocasiones, generalmente después de emborracharse o drogarse con “polvo de ángel” y someter a su joven esposa a una paliza salvaje, incluso estando embarazada. Lo que finalmente lo empujó al borde de la furia de la manía homicida fue la muerte accidental de su hijo pequeño, Craig. En marzo de 1973, el bebé de tan sólo seis semanas de edad se asfixió cuando Janice lo llevó a su cama para amamantarlo y se dio vuelta sobre él al quedarse dormida. Archie McCafferty siempre acusó a Janice de haber asesinado a su hijo.

Luego de una disputa familiar momentos después del funeral del pequeño Craig, la cual terminó en golpes, muy magullado y cubierto de sangre, Archie suplicó a su madre por ayuda. Ella se desesperó ante la situación de su hijo confundido y le suplicó que volviera a ingresar al hospital. Ese día, un amigo de la familia llevó a Archie al Centro Psiquiátrico Parramatta, donde se internó para recibir tratamiento. Fue su tercera auto-admisión en nueve meses lo que provocó que el personal del hospital llamara a la policía luego de haber salido días después.

Poco tiempo después, McCafferty -cuyo cuerpo estaba cubierto con casi doscientos tatuajes, ya que los veía como una forma de terapia- añadió uno nuevo, el número 7, inscrito entre el pulgar y el índice de su mano derecha. Su importancia pronto sería aterradoramente clara. En su espiral de locura, McCafferty había decidido asesinar a siete personas ya que había escuchado la voz de su hijo muerto diciéndole que nacería de nuevo si mataba esa cantidad de gente.

Seis meses después, McCafferty puso en marcha su espeluznante plan. Janice había huido con su familia, y Archie ahora vivía con una joven suicida llamada Carol Howes. Residiendo con ellos estaba una adolescente emocionalmente desequilibrada, Julie Todd, con quien se habían hecho amigos en una clínica psiquiátrica. Este impío trío se convirtió en el núcleo de una pandilla que también incluía a otros tres adolescentes, un trío de chicos de diecisiete años a los que McCafferty conoció en su salón de tatuajes favorito.

Hace unos años, de noche y desde la oscuridad de la calle, una voz me pidió ayuda con su cerradura. Sin detenerme ni por 3 segundos, le dije: "Perdóneme, pero ya me esperan". Me alejé rápidamente pensando: "Gracias, Ted Bundy".

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